Esa lluviosa tarde nos miramos a los ojos, tomé su mano, caminamos juntos y me pregunté: ¿Como se defiende uno de una mujer tan encantadora?
El amor es como Don Quijote:
sólo recobra la cordura
para morir.
Quiereme en mi locura pues mi camisa de fuerza eres tú.